En un escenario de aislamiento social, este 17 de mayo se celebra el Día Mundial del Reciclaje, fecha instaurada por la UNESCO el 2005, con el objetivo de promover una mayor responsabilidad del manejo de residuos sólidos, no solo desde la perspectiva del consumidor, sino también desde la industria y el Estado; sin duda, este se vive en un contexto especial por la emergencia sanitaria del Covid 19.
Ante esta situación, se hace necesaria una reflexión sobre un mayor impulso a la segregación de residuos, así como también la puesta en práctica del compostaje (abono orgánico domiciliario) a menor escala, desde los hogares, y a gran escala con participación del sector estatal y entidades privadas. De esta forma se creará una oportunidad de negocio en beneficio de las áreas verdes, y enmarcada dentro de una visión de economía circular. Dividir los residuos, desde los hogares, y trabajo articulado entre sector privado y estatal serán clave para fortalecer la cultura de reciclaje.
En el Perú, a través de los programas municipales, solo se viene separando y recogiendo el 1% de los residuos aprovechables. Si a eso se le suma el confinamiento o cuarentenas obligatorias que impiden que las personas vayan a los puntos limpios a dejar sus desechos, el panorama no es favorable.
La pandemia del coronavirus ha afectado sus procesos en diversos países, principalmente por el cierre de plantas, negocios y oficinas, y también por las dificultades que enfrentan los recicladores de base para realizar su labor. Además, durante el aislamiento social, la elaboración de ecoladrillos (botellas compactadas a base de residuos plásticos) se presenta como una alternativa ecoamigable que permite, incluso a los más jóvenes del hogar, participar de manera lúdica y familiar en las actividades del reciclaje, creando elementos que servirán de insumos utilizados para fabricar muebles modulares, espacios de jardín, paredes, casas, centros comunitarios, etc.
La crisis sanitaria por coronavirus ha tenido un impacto inédito en la red de reciclaje del país, con gran parte de los puntos limpios cerrados y bajo el permanente riesgo de contagio por Covid-19 para los recicladores, al tener que manipular los materiales que recopilan a diario. En este escenario, realizar labores de reciclaje impone una serie de desafíos, principalmente por las dificultades que implican las restricciones al desplazamiento para acceder a los puntos limpios, y la exposición de los recicladores al recolectar materiales -que incluso podrían ser foco de contagio-, y también para los retiros domiciliarios que realizan algunas empresas.
En el caso de los papeles que se reciclan, se pueden reutilizar para hacer manualidades y ocupar para el compostaje, con la excepción de revistas o papeles con mucha tinta. También se aconseja sacar los corchetes, clips y adhesivos y acopiarlos de la manera más eficiente posible. Al reciclar estos papeles, posteriormente pueden ser usados para producir la materia prima de otros productos, como cajas de huevos, bandejas de frutas y verduras, riñoneras y urinales, entre otros, lo que impulsa la circularidad de los productos que se usan cotidianamente.
Mientras que los papeles que NO se pueden reciclar son: toallas de papel; servilletas; papel higiénico; pañuelos de papel; papel mantequilla; papel diamante; papeles plastificados, acerados o con algún repelente para la humedad y etiquetas con pegamento.
Cabe indicar que, reciclar una tonelada de papel se traduce en ahorrar la emisión de CO2 de 400 autos durante un día; asimismo, del total de residuos que generan las ciudades, 50% son orgánicos aprovechables y 20% inorgánicos aprovechables. Los residuos que generamos en nuestro país diariamente podrían llenar hasta 3 veces el Estadio Nacional.