¿Conocemos realmente quiénes somos y qué circunstancias nos diferencian de otros países? Los rasgos perdidos de nuestra identidad nacional no permiten reconocernos como nación o ver nuestro grado de homogeneidad. Nos hemos acostumbrado a dejarnos llevar solo por la euforia cuando urge explotar ese sentir comunitario, colgándonos del fútbol -ahora último con el mundial, por dar un ejemplo- o algún evento estelar que compare nuestra cultura con la del resto del mundo, como si se tratase de un concurso en busca de la identidad
El autor Gilberto Giménez (1997) señala algo revelador: la problemática identitaria reposa entre una falta de teoría cultural y sus actores sociales, es decir, existe una ausencia de conocimientos de las expresiones autóctonas y una dejadez sistematizada en los personajes implicados. Asimismo, comenta que la identidad debe ser percibida por los demás para tener un reconocimiento social. Sin embargo, ¿cómo lograremos sentirnos felices por lo nuestro si no sabemos la historia de los pueblos alejados de la capital?
Es de lamentar que la globalización nos halla quitado esa chispa merodeante de curiosidad que antes teníamos. En vez de investigar los cientos de lugares de origen en nuestro espacio geográfico, estamos ocupados en adoptar la tecnología y la programación televisiva de afuera y no solo ello; también adoptamos las jergas, las costumbres y el léxico de los pueblos ajenos porque los medios de comunicación lo llevan a cabo y no advierten a los demás de los peligros que acarrea. La alienación,pues, consume ya el poco altruismo que arrastrábamos sobre los hombros.
Entonces, ¿cómo podemos estudiar un problema andino, norteño o amazónico si conocemos más los movimientos de afuera que los de la propia patria? Despojados de teoría cultural, la identidad pluriétnica es un discurso vacío, demagógico, estrictamente politiquero. Se despilfarra un dineral en cuestiones triviales y no se les da un ojo a los proyectos sociales -reconstrucción de ruinas, levantamiento de información estadística, creación de puntos calientes o incubadoras-; así la situación no dará el revés soñado.
El especialista Dextre (2012) enciende las alarmas y expone la importancia de cubrir esa necesidad de identidad peruana. Citamos: «Tiene trascendencia debido a que realza nuestra autoestima hacia la integración de nuestra diversidad cultural». Esta ‘autoestima’ se necesita a gritos en una etapa de crisis política como la que estamos atravesando; el Perú viene agachando la cabeza, cavando su propio pozo pesimista. ¿Al tener una formación identitaria, estuviésemos pasando por esto? Fuente : Linaje Peruano